
Subteniente
Oscar Silva "VIVA LA PATRIA CARAJO!!!"
Evocamos aquí la personalidad del héroe muerto en los últimos combates por la
defensa de puerto argentino, murió como había vivido, de frente a la realidad. sus subordinados y
camaradas cuentan que por no replegarse, a pesar de que estaba, impartida la
orden, Silva eligió desplazarse hasta las posiciones de sus hermanos los
gloriosos infantes de marina del “BIM5”que aun resistían y se sumo a la
desesperada pelea que mantenían contra un enemigo superior en numero y medios. lo
hallaron empuñando firmemente su fusil, caído para siempre en la turba
malvinense. Pero todavía se escucha sus gritos de furia alentado a proseguir el
combate. Del liceo militar Gral. espejo, a la escuela naval y por ultimo al
colegio militar.
“Un grito de León”
el arco luminoso de una bengala rasga la noche teñida de tinieblas. Por unos
instantes, el admira la estela que termina desplegando sus vigorosos pétalos de
luz. Pero la magia concluye enseguida. Crecen gritos en el silencio. Gritos de
guerra, gritos de odio. La tercera brigada de royal marines comienza a trepar
las laderas disparando sus balas trazantes. Es la noche del 11 de junio del 82y
la guerra se aproxima a su fin. El Gral. jofre ha impartido el orden de
replegarse hacia puerto argentino pues el dispositivo de defensa nacional ha
sido quebrado, luego de durísimos combates. La cuarta sección de infantería
marina del “BIM5”al mando del teniente de corbeta Vázquez sigue en sus
posiciones pero no esta sola, un puñado de hombres del ejercito, perteneciente
a la sección de tiradores de la compañía “A” del RI4, encabezado por el
subteniente silva se le ha unido horas antes. Silva, usando su iniciativa, ha
resuelto quedarse a luchar con sus hermanos que algún día era de ellos ahora
aguarda, fusil en mano, junto al resto de los allí están, el combate final. La
batalla entra a su paroxismo demencial. Una y otra vez los han rechazado, una y
otra vez vuelven, de repente el héroe se queda sin balas, mira al derredor, unos
de sus soldados ya sin vida a su lado. Toma su FAL y sigue disparando hasta
agotar las municiones. A su alrededor, uno de sus hombres y los infantes de
marina van cayendo uno a uno. Se esta quedando solo. Silva se encomienda a
dios, piensa en su madre y comprende que muy pronto se le unirá allá arriba, en
el cielo, donde no hay guerras ni frío ni penurias ni odio. Un proyectil le
perfora el hombro, tiene un instante par contemplar su propia sangre. Es sangre
de valiente, sangre del que va a combatir hasta el fin por lo que cree. Ordena
entre gritos, a los que restan de su compañía, que se retiren y pide que le acerquen
un fusil para cubrir el repliegue de sus hombres. A sus soldados no les queda
mas remedio que obedecer. Silva los ve partir y enclavija los dientes, luego se
levanta trabajosamente y ve al enemigo que siguen viniendo. Entonces grita, emite
un alarido de horroroso coraje. Es el bravo rugido del león herido y acosado
por la jauría. Grita mientras hace trepidar su arma que vomita un mortal
mensaje de plomo VIVA LA PATRIA CARAJO!!!,un ciego instante de eternidad que
retrata su gesto. Ese instante de eternidad que retrata su gesto. Ese instante
de eternidades el cruce del umbral que lo lleva hacia la gloria lo llevo a ser
héroe un fuego cruzado de ametralladoras. Al amanecer pasan a buscarlas chapas
identificatorias y ven al soldado muerto que esta sosteniendo firmemente el
fusil sin poderlo sacárselo…VIVA LA PATRIA!!!
EL SUBTENIENTE
A Oscar Augusto Silva
Replegarse! Y abandoné mi puesto.Alto el fuego!
Nuestro sector flaqueó.Masticando impotencia y denuestos,Mi unidad cedió y
retrocedió.
Habia muchos heridos gravemente,Ya el jefe quedó
fuera de la acción,Y un bisoño, imberbe subteniente,Tomó el mando de nuestra
fracción.
A su cargo estaba el estandarteE imploraba el joven
oficialQue Dios le permita ofrendarseY la sagrada enseña resguardar.
Casi todos habían reculado,Los
ingleses venían en tropel,Y al custodio del pendón inmaculado,Sólo le cabía
morir con él.
De repente, todas las miradas,Registraron la insigne
aparición:El mismísimo Santo de la Espada Junto al viejo estandarte se
erguió.
Alto, enjuto, de rostro aceitunado,Con bicornio y de
casaca oscura,Exclamó: ¡Seguidme, mis soldados!¡Por la Patria, con tesón y con
bravura!
Esa voz galvanizó a la tropa.«¿Escucharon? ¡Es el
Libertador!»Y atacamos, tirando a quemarropa,Decididos a arrollar al invasor.
Nuestra embestida vehementeNo la resistió el
anglosajón,Pero el impetuoso subteniente Fue el primero en caer en esta acción.
Y sobre su cuerpo
inanimado,Gacha la cabeza, en gran pesar,Se los juro, vimos azorados,A José de
San Martín llorar.